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Revolución en la participación ciudadana gracias a las TIC

Tradicionalmente, la participación ciudadana — participación en política, voluntariado, etc. — ha tenido tres características principales:

  • Por una parte, la participación se ha entendido como algo vinculado a una institución, algo colectivo, algo no individual. El motivo principal es que los costes de montar una campaña o una movilización son generalmente elevados, por lo que buscamos el abrigo de una institución que permita rentabilizar dicha movilización. Así creamos partidos políticos u ONG que más allá de una acción puntual tengan un recorrido a lo largo de una ideología o una causa, que puedan distribuir tareas, crear especializaciones, departamentos.
  • Por otra parte, la participación se ha entendido también como algo regular, duradero en el tiempo. Siguiendo la línea argumental anterior, no se montará una gran infraestructura o una gran organización para algo meramente puntual. De nuevo, los costes de montar dichas estructuras hay que repartirlos o rentabilizarlos en más de una acción. Así pues, estructuramos la participación alrededor de proyectos que sean a largo plazo.
  • Por último, y si hemos hablado de una organización y de un proyecto es lógico pensar en quién va a coordinar todo este dispositivo. De esta forma, pensamos también en una participación tradicional con un fuerte componente reactivo, donde los individuos no proponen, sino que es la organización, o el líder de la organización, quien planifica tareas y hace los correspondientes encargos. La iniciativa personal está supeditada, pues, a dicho coordinador.

Aunque podemos encontrar mil contraejemplos a lo afirmado en los tres puntos anteriores, es también fácil ver que la mayoría de actividades que se hacen, tanto en el ámbito público (Administración), en el privado sin ánimo de lucro (ONG y similares), como en el privado con ánimo de lucro (empresas) suelen responder a la lógica anterior. Grandes inversiones (y por grandes podemos entender desde montar un servicio público, a iniciar un proyecto de cooperación desde una ONG o montar unos altos hornos en Vizcaya) que requieren una fuerte organización, un largo plazo y alguien que coordine o dirija.

No obstante, hemos conseguido digitalizar la información y las comunicaciones. Ello ha significado que las grandes inversiones pueden reducirse a un ordenador (o un mero teléfono móvil) y una conexión a Internet (o una visita a la biblioteca o el telecentro más cercano). Ha significado también que las barreras de espacio y tiempo se han eliminado y ya no hace falta coincidir en la sede de la ONG o en la fábrica o local de la empresa. Ha significado, en definitiva, que hemos dinamitado los tres principios básicos de la participación tradicional.

Ahora:

  • Es posible trabajar de forma individual, sin depender de un lugar, de una organización, de un colectivo que nos brinde apoyo, herramientas y recursos. Dado que podemos trabajar con conocimiento, basta muy poco para ponerse en marcha y, por tanto, no es un prerequisito generar grandes consensos sobre qué hacer, cuándo y, sobre todo, con quién. Hágase, y ya se añadirá quién quiera.
  • Es posible también participar de forma puntual, en aquello y solamente aquello que nos interesa, haciendo aportaciones mínimas, resolviendo pequeñas cuestiones o asumiendo ínfimas tareas. Y todo ello sin tener que comprometerse a largo plazo.
  • Por último, si podemos trabajar individualmente y de forma puntual, se hace posible también la participación de forma proactiva, sin nadie que coordine, de forma descentralizada. Contra la planificación y esperar “órdenes de arriba” puede ahora optarse por empezar, por tener iniciativa, y coordinarse ex-post.

Esta revolución en la participación es la que ha hecho posible iniciativas como m-Pesa (banca electrónica), la famosa Wikipedia (cultura), el proyecto WordPress (tecnología), la Primavera Árabe (medios), el siempre interesante 15MpaRato (política), o los MOOC (en el ámbito de la educación).

Se abren, ante nosotros, un sinnúmero de retos pero también de oportunidades, de repensar el mundo tal y como lo conocemos, de — en muchos ámbitos — prácticamente empezar de cero.

En este sentido, es muy interesante la reflexión de Javi Creus al respecto:

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